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La espiritualidad de Teilhard de Chardin desde el dominio del mundo - Para iniciarse hoy en la Cosmovisión y Espiritualidad de Teilhard

La espiritualidad de Teilhard de Chardin desde el dominio del mundo - Para iniciarse hoy en la Cosmovisión y Espiritualidad de Teilhard

Jesús Sánchez Valiente

 

Verlag Editorial Bubok Publishing, 2018

ISBN 9788468519142 , 100 Seiten

Format ePUB

Kopierschutz frei

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La espiritualidad de Teilhard de Chardin desde el dominio del mundo - Para iniciarse hoy en la Cosmovisión y Espiritualidad de Teilhard


 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 1
Personalidad de Teilhard de Chardin y ambiente cultural de su época

 

 

1.1- El perfil personal de Pierre Teihard de Chardin, autor del ensayo El Dominio del Mundo y el Reino de Dios

Antes de nada, ha de quedar claro que nuestra intención y el terreno en el que nos situamos en este trabajo de investigación sobre la espiritualidad de Teilhard son conocer su persona a través, sobre todo, de los contenidos de su ensayo El Dominio del Mundo y el Reino de Dios (en adelante DMyRD), escrito el 20 de septiembre de 1916. Investigamos el perfil de un hombre, que ha tenido una determinada juventud y que, con ese bagaje de vivencias, se encuentra ahora en una novedosa situación límite y dramática. Su trayectoria de vida y sus experiencias religiosas son forzadas a enfrentarse con el hecho de ser movilizado, al finalizar el año 1914, para el frente de batalla de la primera guerra mundial.

Cuando nos introducimos en la vida y obra de Teilhard, adivinamos detrás de todo su mundo científico, místico y teológico, el aliento de una persona extraordinariamente peculiar, con un mundo rico en relaciones personales, de quien, conforme se va conociendo su obra, surge la curiosidad e interés por adentrarnos más específicamente en el conocimiento de su persona. La intensa atracción de una obra tan extensa y original, rompiendo moldes en su cosmovisión de científico y de místico y, por otro lado, la actitud de un hombre soportando durante toda su vida una prohibición eclesiástica y jesuítica y, a pesar de todo, permaneciendo dentro de la iglesia y de la orden, nos lleva a preguntarnos con curiosidad sobre su persona y los especiales registros de su personalidad.

Por eso, nos centraremos con especial atención en el perfil humano de Teilhard con la intención de clarificar mejor el texto del que es autor. Aunque pondremos también la mirada en los años posteriores, nuestro objetivo es la clarificación del presente del autor y de la obra que nos ocupa, ya que, conociendo mejor al autor, descubriremos más aspectos y hondura de su obra. Algunos rasgos psicológicos y circunstancias de su entorno nos darán determinadas luces para explicarnos ciertos movimientos de su persona. No se trata de redactar un informe para definir técnicamente su temperamento, pues, de hacerlo, parece evidente que su etiqueta sería, según la caracteriología tradicional, la de carácter apasionado; pero aquí nos interesan unos rasgos de su personalidad, a tenor de los comportamientos y vivencias que expresa con su habitual espontaneidad.

Seleccionamos algunos rasgos y comportamientos.

 

Los primeros años de formación en el ámbito familiar y en la orden jesuita son de comportamiento afectuoso y de profunda vida religiosa.

Comenta su biógrafo Henry de Lubac: “Pierre, que llega ahora a los treinta, se muestra todavía con sus padres, como en las cartas de los años precedentes, el niño sencillo, afectuoso, razonable que fue siempre. Nada de teorías; nada que se asemeje a un bosquejo directo de doctrina organizada; “sólo Dios es el Término de todas las cosas; hay que ver en todo acontecimiento la mano de Dios”, repetirá”1.

 

Un temperamento fuerte, que se crece ante las dificultades.

Uno de los retratos más plásticos de su entereza y control psicológico lo encontramos en sus cartas a Marguerite describiendo el horror vivido en la famosa batalla de Verdún. Sobre la gran guerra y, en concreto, sobre esta batalla, se ha escrito mucho y se tienen narrados tantos detalles que, hemos de concluir que “fue una de las batallas pertenecientes a la llamada guerra de trincheras; los soldados se disponían en largas trincheras y vivían allí, en una tensión constante, y en las que afloraban todo tipo de enfermedades, que minaban tanto las filas de los ejércitos como la moral de la tropa; la esperanza de vida media en estas trincheras era de tres meses”2. Teilhard dice en la carta a su prima: “Comprenderás que en esta vida los nervios están un poco en tensión. De todos modos, Nuestro Señor me ha conservado la moral… Te decía que mi moral se ha mantenido en buen estado; lo único que lamento es no haber sabido consolar suficientemente a tales o cuales de mis amigos”3. Teilhard estaba movilizado en el frente de la Primera Guerra Mundial, en calidad de sacerdote, y destinado como camillero a un regimiento procedente del norte de África. Su presencia en la guerra, ayudando a moribundos y heridos en el frente, entre el barro y la sangre de las trincheras, es de suponer que produjo un profundo impacto a un hombre de exquisita crianza y cuidada formación religiosa. En reconocimientos más externos a su entorno familiar, como son las citaciones a Pierre Teilhard de Chardin en documentos militares, que Claude Aragonnes (nombre literario de su prima Marguerite) reseña en la introducción a sus cartas en Génesis de Pensamiento, nos sorprende la cita, fechada el 29 de agosto del 1915, en la orden del ejército: “A petición suya, ha dejado el puesto de socorro para servir en las trincheras de primera fila. Ha dado pruebas de la más grande abnegación y de un desprecio absoluto del peligro”4. No es la única en este sentido, que le hacen merecedor de la medalla militar, entre otras menciones en el campo de batalla.

En este marco de contacto con la muerte, rondando diariamente y cercana a su persona, encontramos a un hombre que, en trance extremo, siente la necesidad urgente de comunicar sus apasionados pensamientos y vivencias. Son estados extraordinarios de desastres humanos desde los que, paradójicamente, expresa por escrito el gran entusiasmo por la vida y la mediación de progreso que, incluso la misma guerra, desempeña.

Su lectura de la realidad es, sin embargo, de calma y esperanza en la evolución. Así se aprecia cuando añade: “antes de encontrar su descanso definitivo, las aguas se desbordan y arrasan una parte del orden establecido. Por tanto, para encauzarla, es preciso esperar a que su marea se decante y se calme. Sólo entonces se puede constatar, y se debe confesar, que es infalible en sus avances. Tras cada nueva crisis, la Humanidad tiene que abandonarse a la evidencia de que ha cambiado, para ventaja suya…”5.

En plena batalla de Verdún (de febrero a diciembre de 1916) y en carta a su prima se expresa así: “Esta estancia en Verdún (que no lamento) me ha fatigado profundamente. Es la ocasión de aprender a decir con San Pablo: cuando me siento débil, es cuando verdaderamente soy fuerte”6 Comenta uno de sus biógrafos: “De esta experiencia dice Teilhard en Nostalgia del Frente: para mí, sin la guerra, hay un mundo de sentimientos que jamás habría conocido ni supuesto, y le dio un carácter casi místico”7.

Otro campo de ejercitación de su fortaleza, aunque de distinta índole, es su conflicto con la intolerancia de la autoridad eclesiástica y ante la mentalidad desfasada de sus superiores. Le duele, y se revela interiormente, ante la constatación de una iglesia enfrentada y cerrada a las corrientes culturales y avances científicos de la sociedad de su tiempo. Es la tragedia de toda su vida, su más profundo dolor, que ya se inicia con la censura de sus primeros escritos y proscripción de su persona. En esta problemática, Teilhard se mantendrá resistiéndose a clausurar su pensamiento y, al mismo tiempo, permanecerá dentro de la orden y de la iglesia. Es sintomático de lo que Teilhard sentía en estas prohibiciones a su obra las palabras que, recordamos haber escuchado, refiriéndose al desengaño de que su manuscrito especialmente querido, El Medio Divino, no fuera publicado, escribe con dureza: “He puesto de mí tanto en esas páginas que prefería que fueran póstumas,...”. Refiriéndose a la relación con la Orden, expresa sus intimidades: “La única eventualidad temible sería un conflicto, en el curso del cual se me exigiera desviarme, interiormente, de lo que me parece mi primer deber. Todo cuanto podría aceptar sería tratar de callarme”; “Me siento envejecer”. Era la gota que colma el vaso en esos años (1929) en que salía, dice él, de una “pequeña crisis”. Son expresiones personales que comunica en la confianza de su mejor amigo y director espiritual Augusto Valensin.8 La relación de Teilhard con la autoridad eclesiástica y con su propia orden se va complicando más, conforme pasa el tiempo y madura en sus escritos.

Aunque han pasado más de doce años desde la publicación del DMyRD y su talante se ha malhumorado en su relación con lo eclesiástico, traemos aquí algunas confesiones que describen su talante y su personalidad, cuando escribe: “Siento más duramente que nunca la profunda oposición que existe (desde que tengo uso de razón, lo percibo hoy más claramente que nunca) entre mi espíritu y el aparente espíritu de la Iglesia:… como un clavo cuadrado en un agujero redondo”, para añadir a continuación: “y lo más penoso (siendo al mismo tiempo lo más dichoso) es que, por todo esto que sueño, al margen de la irradiación actual de la Iglesia, me siento precisamente más ligado al centro profundo de la Iglesia. No hay garantía de éxito, ni rostro verosímil sin Cristo, y no hay Cristo sin...