Suchen und Finden

Titel

Autor

Inhaltsverzeichnis

Nur ebooks mit Firmenlizenz anzeigen:

 

St. Pauli

St. Pauli

Carles Vias, Natxo Parra

 

Verlag CAPITÁN SWING LIBROS, 2018

ISBN 9788494705168 , 304 Seiten

Format ePUB

Kopierschutz Wasserzeichen

Geräte

8,99 EUR

Mehr zum Inhalt

St. Pauli


 

02


Guerra y paz: del Tercer

Reich a la Bundesliga

Sankt Pauli bajo la esvástica

El 28 de enero de 1933 el St. Pauli derrotó al Victoria por 1 gol a 8, con seis dianas de Erwin Seeler. Sin embargo, aquel año no pasó a la historia por los hitos deportivos del conjunto de Hamburgo. Al día siguiente de aquella goleada, el mariscal Hindenburg propuso a Adolf Hitler, líder del NSDAP, ocupar el cargo de canciller. Culminaba de esta manera la denominada «conquista del poder», un proceso iniciado un año y medio antes a través del cual los nazis se apoderaron de los dos pilares que sustentaban el Estado: la Administración y el Ejército. Poco después, el 27 de febrero, el incendio del Reichstag favoreció la aprobación del Decreto para la Defensa del Pueblo y el Estado, que dejaba en suspenso la Constitución de Weimar y «asentaba las bases para un estado de excepción permanente».53 Un periodo durante el cual fueron detenidos alrededor de 10.000 militantes comunistas. En este clima de intimidación, el 5 de marzo se celebraron las últimas elecciones multipartidistas en el país, en las que la formación nacionalsocialista consiguió el 43,9 por ciento de los votos.

El ascenso al poder de los nazis comportó la persecución de sus oponentes políticos. Además de fustigar y encarcelar a dirigentes y militantes comunistas y socialdemócratas, la implantación del totalitarismo supuso la extensión del control a todos los ámbitos de la vida, no solo en la esfera política, sino también en la social. El deporte, obviamente, tampoco pudo zafarse del autoritarismo ejercido por los nazis desde la llegada de Hitler a la cancillería. Así se evidenció en las manifestaciones del entonces jefe de prensa de la DFB, Guido von Mengden: «Los futbolistas son soldados políticos del Führer».54 Todo ello resulta paradójico si tenemos en cuenta la conocida aversión que Hitler sentía hacia el deporte y el hecho de que solo asistiera a un único partido de fútbol durante toda su vida, la derrota de Alemania ante Noruega en los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín en 1936.

A pesar de ello, los jerarcas nazis trataron de explotar el fútbol con fines propagandísticos. Para ellos el deporte era un arma poderosa que no podían desaprovechar. El culto al cuerpo y la actividad física estaban relacionados, según las tesis del Tercer Reich, con el pensamiento racial y la comunidad nacional, el Volksgemeinschaft.

Durante el Tercer Reich el St. Pauli actuó, como la mayoría de clubes, acatando las directrices dictadas por las autoridades en materia deportiva, social y política. Por aquel entonces Hamburgo era una localidad controlada por el nazismo. Fue una de las «cinco ciudades del Führer» escogidas por los nazis para transformarlas urbanísticamente y, de esta manera, mostrar al mundo la eficacia del régimen y la modernidad del país. Hamburgo tenía que ser un espejo que proyectara la mejor imagen del Tercer Reich al exterior. Entre las diversas intervenciones planificadas estaba la construcción del «Manhattan del Elba», un conjunto de rascacielos, plazas, largas avenidas, monumentos y palacios levantados en un área residencial destinada a albergar a 50.000 personas.55 Además, por petición directa del Führer, el proyecto incluía un puente que atravesaba el Elba y un nuevo diseño de sus orillas. Una metamorfosis que afectaba diversos espacios históricos, como el antiguo mercado de pescado de St. Pauli y la zona del puerto (Hafenstrasse), «el billete de visita de un imperio abierto al mundo».56 Finalmente, el estallido de la Segunda Guerra Mundial frustró los planes y provocó la paralización del magno proyecto.

Los miembros del NSDAP lograron la mayoría en el Senado de la ciudad en las elecciones celebradas el 8 de marzo de 1933. Casi de manera inmediata, prohibieron las formaciones políticas y los sindicatos que mantenían vínculos con el SPD. Solo aquel año fueron detenidos 2.400 opositores en Hamburgo, un control férreo que también se extendió a los medios de comunicación locales.

Sin embargo, en el club la vida proseguía sin demasiados sobresaltos. A pesar de las directrices emitidas por la nueva administración dentro de la denominada Gleichschaltung (proceso de nazificación iniciado por el Tercer Reich para consolidar un sistema totalitario), recogidas en la «cláusula aria» de la Ley de Servicio Civil vigente desde abril de 1933, que obligaba a depurar y expulsar a los judíos de la Administración, la universidad, las asociaciones y las instituciones deportivas,57 el St. Pauli no siguió la norma al pie de la letra. Al contrario de lo que hicieron otros clubes, como el 1. FC Nürnberg o el Eintracht de Frankfurt, aquel año el St. Pauli continuó admitiendo socios de origen judío. Entre estos encontramos a los hermanos Otto y Paul Lang, quienes en 1933 ingresaron en el club para fundar la sección de rugby. El destino final de ambos fue bien diferente. Así, mientras Otto pudo huir del país, su hermano acabó internado en el campo de exterminio de Theresienstadt.58 Paradójicamente, esta «cláusula aria» no fue incluida por el St. Pauli en sus estatutos hasta 1940. El año de la promulgación del decreto, más de una cuarta parte de la comunidad judía residente en Hamburgo ya había huido de la ciudad. Tres años después, coincidiendo con el pogromo llevado a cabo por las SS en noviembre de 1938 —conocido como la Noche de los Cristales Rotos—, la sinagoga de la ciudad fue destruida y el cementerio judío, profanado. La razia de los nazis causó la muerte de casi un centenar de judíos en Hamburgo.

A inicios de la década de los años treinta la entidad obviaba la filiación política, el origen o la religión que profesaban sus jugadores y asociados. Un posicionamiento que, en pleno proceso de nazificación de los clubes, hoy en día sería tildado de desobediencia, pero entonces simplemente fue un acto de inconsciencia. No obstante, el debate sobre la presunta colaboración del club con el Tercer Reich gira alrededor del papel que jugaron sus dirigentes y si realmente actuaron por oportunismo o convicción. En este sentido, el siguiente dato nos puede resultar esclarecedor: en 1934 en el consejo directivo del St. Pauli solo había un militante del Partido Nazi: el miembro de las Sturmabteilung (SA, o Sección de Asalto) Walter Köhler. Él fue el único vínculo directo entre las autoridades y el club en aquellos años. De hecho, la entidad no había mostrado ningún tipo de vocación nacionalista ni militarista durante sus tres primeras décadas de existencia, como sí hicieron, en cambio, otros clubes de fútbol.

A pesar de la opinión generalizada, en Alemania no todo el mundo apoyó a los nazis. Tampoco en el St. Pauli, donde durante los años treinta se gestó un grupo de jóvenes apasionados por el fútbol y el swing59 abiertamente enfrentados a las nuevas autoridades.60 No en vano los mandatarios nacionalsocialistas61 denominaron este género musical de forma despectiva utilizando el término Negermusik («música de negros»),62 un motivo suficiente para provocar las quejas airadas de más de un socio de la entidad.63 El club se significó por su oposición al monopolio que pretendían ejercer las Juventudes Hitlerianas en materia de educación y deporte. Así pues, la directiva, aunque intentó cumplir las nuevas normativas y contentar de esta forma a los dirigentes del NSDAP, tampoco se alineó incondicionalmente con el régimen. A pesar de ser un club marcadamente «pequeño burgués», como la gran mayoría de equipos de aquella época, en el St. Pauli no gustó el plan que los nazis habían urdido para unificar los equipos de fútbol de Hamburgo. Su idea era fusionar diversos conjuntos locales en un único equipo, el SV Hamburg Mitte, una aspiración que no fue bien acogida por los mandatarios sankt-paulianer. Los dirigentes actuaron, por encima de todo, con el objetivo de garantizar la continuidad de la institución y preservar así su estatus. Lo hicieron sin resistencias ni heroicidades, pero tampoco fanatismo ni alineamientos a ciegas. Podemos afirmar que el St. Pauli durante aquellos años se mantuvo como una entidad conservadora que se adaptó a los tiempos que corrían.

Esto explica, en parte, por qué la actitud del club ante las autoridades nazis fue a veces ambivalente. En todo momento intentó no indisponerse ni significarse, pero tampoco accedió a todos sus caprichos. A pesar de ello, a partir de 1933 sus dirigentes trataron de mantener buenas relaciones con los jerarcas nazis locales. En 1935 el estadio Millerntor acogió diversas exhibiciones de propaganda y exaltación nacionalsocialista, las cuales, por cierto, lastimaron el césped del terreno de juego. Este no se recuperó por completo hasta casi un año y medio después, lo que motivó...