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Guerra submarina - La batalla del Atlántico

Guerra submarina - La batalla del Atlántico

José Manuel Gutiérrez de la Cámara Señán

 

Verlag Nowtilus - Tombooktu, 2018

ISBN 9788499679631 , 480 Seiten

Format ePUB

Kopierschutz Wasserzeichen

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9,99 EUR

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Guerra submarina - La batalla del Atlántico


 

Prólogo


Cuando el autor de este libro, mi amigo y compañero José Manuel Gutiérrez de la Cámara y Señán, me invitó a redactar el prólogo de este libro, mi primera reacción fue tratar de evitar tan seria responsabilidad ante el temor de no ser capaz de recomendar y, sobre todo, convencer al posible lector de que se sumerja en sus páginas, como esta magnífica obra bien se merece, según acabo de comprobar. Pero como manda el espíritu submarinista que aún perdura en mí, a pesar de los años transcurridos desde que estuve al servicio de los submarinos de nuestra querida Armada, algo me decía en mi interior que no debía renunciar al objetivo que mi amigo y compañero me proponía alcanzar. Aceptado el reto este es, estimado lector, el resultado.

Los submarinistas están formados y adiestrados para enfrentarse a fuerzas desproporcionadamente superiores a las propias capacidades del submarino que mandan. Para ello, se aprovechan principalmente de dos de sus características funcionales más importantes: la sorpresa, consecuencia de la discreción con la que el submarino inicia su aproximación al objetivo que va a ser atacado, y la agresividad o animus pugnandi, del que debe hacer gala todo buen submarinista. En estas condiciones el submarino tiene un 90 % de posibilidades de alcanzar su objetivo después de cualquier ataque, siempre planeado con una antelación de hasta cuatro o cinco horas, mucho antes de que la fuerza de superficie se dé cuenta de su inminencia. ¡Tan débil y a su merced, desde su periscopio, aprecia el comandante la confiada aproximación del buque o de la fuerza de superficie que va a ser atacada sin que esta tenga la más mínima sospecha de ello! El comandante del submarino tendrá todo muy bien planeado antes de efectuar el ataque y sabrá qué hacer mientras todo es desconcierto, y muchas veces desolación, en la fuerza de superficie. No es extremadamente difícil colocar, en condiciones normales, un torpedo con una carga de 250 kg de explosivo por debajo de la quilla de cualquier buque. Los modernos torpedos buscadores facilitan mucho el problema de su lanzamiento. Pero también es cierto que el verdadero problema para el submarinista comienza cuando, después de alcanzar su objetivo, tiene que hacer frente a una probabilidad del 50 % de ser hundido si la fuerza atacada está bien adiestrada. Esta es la cara y la cruz del trabajo del submarinista, quien no podrá renunciar a atacar determinado objetivo si este entra dentro de la misión ordenada, de modo que habrá de cumplir con su deber con la generosidad y entrega que su patria, en tiempo de guerra, necesita. Y así lo hicieron de un modo destacado los submarinistas alemanes durante la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial, como bien podrán comprobar los lectores que decidan sumergirse en la lectura de este libro.

Lo personal tuvo también una influencia decisiva para aceptar el trabajo que en su momento me fue propuesto. Cuando el autor del libro y yo mismo solo teníamos diecisiete años coincidimos, el día 1 del mes de agosto del ya lejano 1961, en la misma cueva del legendario dormitorio K de la Escuela Naval Militar. Al día siguiente, a las 06:30 de la mañana, salimos de nuestros sueños en nuestra primera diana a toque de corneta, sensación difícil de olvidar y que de un modo instantáneo nos hizo ser conscientes de la naturaleza de la carrera que acabábamos de iniciar. Compartimos un sinfín de situaciones y circunstancias que llegaron a trascender de lo profesional a lo familiar y que nos fueron llevando a disfrutar de un fuerte sentimiento de amistad y compañerismo que aún hoy se mantiene presente. Coincidimos con nuestras familias en el Poblado Naval de Tentegorra, ese pequeño paraíso que solo se puede encontrar en una tierra como la de Cartagena. Después tuvimos la oportunidad de mandar al mismo tiempo sendos dragaminas en Palma de Mallorca, el Júcar y el Duero, que actuaban como buques pareja en las operaciones de dragado. Hubo después una divergencia entre nosotros cuando el autor del libro se especializó en armas submarinas y el autor de su prólogo se especializó en submarinos. Esta situación nos llevó a tener un pensamiento naval complementario, como comprobamos cuando tenemos la oportunidad de discutir y comentar problemas militares en el Centro de Pensamiento Naval de la Escuela de Guerra Naval donde, ya en situación de retiro, hemos vuelto a coincidir.

José Manuel Gutiérrez de la Cámara es especialista también, por derecho propio, en piratería berberisca sobre la que escribió varios libros. Yo descubrí en ellos a Antonio Barceló que llegó a ser nombrado, por sus propios méritos, almirante de la Armada. A mí parece que Antonio Barceló fue el inventor del animus pugnandi a tenor de la decisión, destreza y determinación con la que utilizaba su chafarote para luchar a brazo partido contra los piratas berberiscos que desolaban las costas del levante español. Este animus pugnandi es el mismo que bien supieron demostrar los heroicos submarinistas alemanes en las dos pasadas guerras mundiales, como bien puede comprobarse en este libro. Al hacerlo, el lector no debe olvidar las durísimas condiciones en las que desarrollaban su trabajo las dotaciones submarinistas alemanas embarcadas en buques construidos con toda celeridad y destinados a cumplir solo tres salidas a la mar en operaciones de guerra, pues tales eran las posibilidades de supervivencia de un submarino alemán especialmente durante la Segunda Guerra Mundial. Aquellos submarinos de electrónica analógica no disponían de aire acondicionado, imprescindible en los modernos submarinos de electrónica digital. Esta situación provocaba una humedad insoportable que, sin agua para ducharse, llevaba la habitabilidad de aquellos submarinos a límites casi insoportables. Además, las dotaciones tenían que desarrollar su trabajo en un ambiente casi irrespirable y el cuerpo, especialmente la cara, cubierto de aceite vaporizado hacía muy penosa la vida a bordo. Durante la Gran Guerra los submarinos alemanes efectuaban sus tránsitos en superficie, lo que mejoraba extraordinariamente sus condiciones de habitabilidad, pero los submarinos pronto se vieron obligados a abandonar la superficie al ir mejorando las posibilidades de detección de las unidades antisubmarinas. La aparición del snorkel, además de una ventaja táctica, representó un alivio en aquellas durísimas condiciones de vida a la que los submarinistas alemanes hubieron de hacer frente en el cumplimiento de su trascendente misión. Durante la navegación en snorkel se produce un pequeño vacío en el interior del submarino que se traduce en una ventilación forzada de la casi irrespirable atmósfera interior. Fueron muchas las penas y sacrificios que tuvieron que sufrir las dotaciones de los U-Boots, además de hacer frente a una muy alta probabilidad de perder su vida en el cumplimiento de las misiones que les fueron asignadas. La sociedad alemana ha sabido reconocer el heroísmo de sus submarinistas con un magnífico monumento construido en la ciudad de Kiel con el nombre de todos los submarinistas de todas las naciones que generosamente entregaron su vida con audacia inusitada en defensa de los supremos intereses de sus patrias.

Otro aspecto destacable que el lector interesado puede encontrar en este libro es la guerra de los grandes buques en las dos guerras mundiales. Organizados en flotas, grupos de combate o actuando como corsarios, los grandes acorazados, los cruceros de batalla o los cruceros auxiliares disfrazados de mercantes libraron una guerra sin cuartel en la que lo principal era mantener las líneas de comunicación propias abiertas al tráfico mercante y negárselo al mismo tiempo al enemigo, en especial durante la Segunda Guerra. En ella Alemania pronto se dio cuenta de que no podía conseguir, ante las fuerzas navales aliadas, el dominio positivo del mar, por lo que tuvo que decidir dedicarse a la guerra de corso, es decir, la llevada a cabo mediante buques que actúan aisladamente contra el tráfico marítimo del enemigo, y a la guerra submarina total. Para ello no dudó en construir poderosos acorazados, cruceros y más de 1000 submarinos. Esto nos da una idea de cómo la propia Alemania concebía el balance de las fuerzas navales en contienda.

El lector interesado podrá conocer con suficiente detalle los dramáticos enfrentamientos entre fuerzas navales, principalmente británicas y alemanas, durante las dos pasadas guerras mundiales, como el autor describe en las páginas de un libro. Su interés principal reside no solo en su condición de testimonio del enfrentamiento entre grandes naciones europeas, y del otro lado del Atlántico, sino también en el enfrentamiento de grandes sistemas de armas según los conocimientos tecnológicos del momento, que tuvieron un desarrollo extraordinario especialmente durante la Segunda Guerra Mundial. Hablamos del cañón y la coraza, del submarino y sus ataques a las fuerzas navales aliadas y al tráfico mercante, de la organización de convoyes debidamente protegidos y de los grandes acorazados, cruceros y destructores organizados en grandes y poderosas flotas que el lector aficionado o experto puede encontrar en el libro. Hablamos de estrategias y tácticas en el empleo de tales sistemas de armas, del desarrollo del sonar activo y pasivo, del radar y las sonoboyas, de la guerra de minas, de los sistemas de comunicación y hasta de los métodos para centrar el tiro en las andanadas de los cañones de todos los calibres. Para comprender la fascinación por todos estos acontecimientos solo tenemos que imaginar el valor que tenían que demostrar las dotaciones de los barcos de superficie para...