Suchen und Finden

Titel

Autor

Inhaltsverzeichnis

Nur ebooks mit Firmenlizenz anzeigen:

 

Regar sin malgastar - para regar el jardín de forma responsable y económica

Regar sin malgastar - para regar el jardín de forma responsable y económica

Magali Martija-Ochoa

 

Verlag De Vecchi Ediciones, 2020

ISBN 9781646998043 , 96 Seiten

Format ePUB

Kopierschutz DRM

Geräte

4,99 EUR

Mehr zum Inhalt

Regar sin malgastar - para regar el jardín de forma responsable y económica


 

Introducción


Hoy día debería aflorar el jardinero ecológico que todos llevamos dentro. La era de la explotación total del suelo ha llegado a sus límites: el suelo se agota, las capas freáticas de agua están a menudo contaminadas y cada vez más se producen alarmantes desajustes climáticos.

Gestionar el jardín de manera razonable no es una moda, significa comprender que todo aquello que interviene en el crecimiento y desarrollo de las plantas responde a factores climáticos, hidrológicos, etc., cuyos ciclos siguen una escala más amplia que la suya. El jardín, que con frecuencia es un lugar de descanso y esparcimiento en el que podemos disfrutar de una naturaleza ordenada y de lo mejor que nos puede dar la tierra, debe considerarse como una unidad.

En numerosas regiones, el agua, aunque no llegue a escasear, se convierte en un bien precioso, y su coste es cada vez más elevado. Los veranos caniculares y la escasez de lluvias nos conduce necesariamente a una reformulación de la idea del jardín como lugar ideal, en el que abundan árboles y plantas poco adaptados al clima y que requieren riegos abundantes, para pasar a entenderlo como un espacio ecológico.

El objetivo de esta obra es que los amantes de la jardinería aprendamos que a través de pequeñas actuaciones podemos cuidar el jardín de una manera más ecológica, sustituir algunos malos hábitos por otros más sostenibles y utilizar sólo el agua necesaria, a fin de ayudar a mantener el equilibrio en la naturaleza.

Tener un hermoso jardín sin malgastar el agua, e incluso sin utilizarla, es posible: el riego responsable está al alcance de todos.

Antes de abordar propiamente lo relativo al uso del agua en el jardín, es imprescindible que analicemos ciertas nociones para comprender por qué, por ejemplo, las labores de cultivo son tan importantes como el riego en sí mismo.

Regreso al planeta azul

El agua es imprescindible para la vida. Todos los seres vivos, plantas, animales y hombres, y también el jardín, dependen de ella. Vista desde el espacio, la Tierra es completamente azul. Océanos y mares la cubren en sus tres cuartas partes, pero de estos miles de millones de kilómetros cúbicos de agua sólo una pequeña fracción es utilizable por el hombre. Las aguas dulces del planeta (es decir, las que contienen menos de tres gramos de sal por litro) representan menos del 3% (nueve mil millones de metros cúbicos repartidos de manera muy desigual en el planeta) del total que hay en la Tierra, y de este porcentaje aún hay que descontar el agua dulce retenida en los casquetes polares.

En determinados lugares del globo, el agua dulce escasea cruelmente (el 40% de las tierras emergidas están afectadas por procesos de desertización).

El ciclo del agua.

Ese volumen en continuo movimiento forma parte del llamado ciclo del agua, que sigue siendo el mismo desde hace miles de millones de años. En efecto, por la acción del calor del sol el agua de mares, lagos y ríos se evapora, al igual que la que se encuentra en el suelo y en las plantas (evapotranspiración; véase el apartado «El agua y las plantas»). Este vapor de agua experimenta un enfriamiento al ascender en la atmósfera y se condensa en pequeñas gotas que forman las nubes, hasta que vuelve a caer al suelo en forma de lluvia, granizo o nieve. El agua, que en su mayor parte cae sobre los océanos, llega también a los continentes, donde permanece durante un tiempo más o menos prolongado, que puede ir desde unos diez días hasta miles de años:

 El 25% del agua se filtra en el suelo y desciende hasta alcanzar una capa impermeable, sobre la que se acumula en inmensos depósitos. Estos, denominados acuíferos, forman las grandes capas freáticas que afloran con frecuencia a la superficie en forma de fuentes y ríos.

 El 15% alimenta directamente los cursos de agua, lagos y ríos: son las aguas superficiales de escorrentía.

 El 60% restante participa de nuevo en el ciclo del agua.

Las plantas tienen una función importante en la evapotranspiración. Veamos cuál es.

El agua y las plantas

Las plantas están constituidas fundamentalmente por agua (del 80 al 95% de su peso total). Aquella que necesitan la obtienen del suelo a mayor o menor profundidad a través de las raíces. El agua circula constantemente por su interior y la eliminan mediante la transpiración debida al calor del sol.

El agua que queda en la planta participa en la fotosíntesis, un proceso químico diurno durante el cual la planta utiliza la luz del sol como fuente de energía para producir sus propios nutrientes. El agua forma la savia al ascender por la planta.

Las plantas, normalmente adaptadas al clima en el que se desarrollan, transpiran a través de los estomas, unos poros microscópicos que se encuentran en las hojas. Por ello, en un clima seco las crean más pequeñas a fin de reducir la evapotranspiración (el tomillo, por ejemplo) o almacenan mucha agua en sus tejidos (pitas); otras la toman del suelo a gran profundidad y desarrollan para ello un largo sistema de raíces.

A modo de ejemplo, diremos que un roble de gran tamaño evapotranspira unos 400 m3 de agua al día, y que en verano, un metro cuadrado de superficie foliar expulsa al día varios litros de agua, aunque, en realidad, esa tasa está sometida a grandes variaciones según la temperatura del aire, la sequedad atmosférica y la intensidad de la luz.

Este proceso de evaporación no es el único que llevan a cabo las plantas, ya que el agua que se encuentra en el suelo también se evapora. Una de las primeras acciones que debe emprender el jardinero consiste en limitar y compensar esa pérdida (véase el capítulo «Redescubrir las fases del cultivo»).

Agua de rocío. (© V. Vanaga/Fotolia)

¿APROVECHAR EL ROCÍO?

El vapor de agua presente en la atmósfera se transforma en agua, por efecto de la condensación, cuando se deposita sobre una superficie fría. En climas áridos o en latitudes extremas, los animales y las plantas sobreviven gracias a este fenómeno. Los hombres, por su parte, han tratado de sacar provecho de este regalo del cielo: estanques de rocío en Inglaterra y terraplenes de piedras en la estepa de Turán, en Asia central, confirman que desde siempre se ha intentado aprovechar el rocío.

Desde principios del siglo XX, numerosos investigadores se han centrado en buscar sistemas que permitieran recoger el rocío a gran escala. En el año 1930, el condensador de Chaptal ya facilitó la recogida de un centenar de litros de agua durante los meses más cálidos. Sin embargo, después de algunos intentos, más o menos afortunados, de construir condensadores, los científicos se dieron cuenta, finalmente, de que el condensador ideal debía ser tan ligero como el mismo rocío… Esta fuente de agua resulta interesante para numerosos países que, como Arabia Saudita, estudian las posibilidades que les ofrece la utilización de condensadores atmosféricos. De hecho, el agua del rocío, obtenida por condensación, podría acabar siendo una alternativa a las actuales técnicas de desalación de agua de mar que resultan muy costosas.

También la niebla es una fuente de agua: en Chile, donde se encuentra el mayor número de captadores del agua de la niebla, se instalaron, a principios de la década de 1990, un centenar que permitieron a algunos pueblos recuperar hasta 1000 litros de agua al día.

Estas innovaciones han alcanzado un gran éxito, pero parece que se enfrentan a problemas, tanto de índole política como de organización, que han llevado a desanimar a los más entusiastas y a buscar nuevos panteamientos.

(©J.-J. Alcalay/Bios)

El riego responsable: ¡conviene aprender!

Regar con criterios ecológicos supone ver el jardín como un lugar que dispone de una identidad paisajística en la que las características del suelo y del clima, así como la exposición y la zona en la que se encuentra, son condiciones que influirán en su tipología y en la elección de las plantas. ¡No adquiera una planta sólo porque le gusta, si no es adecuada para el suelo o el clima de su jardín! Por ejemplo, si el suelo es calcáreo no se obstine en cultivar hortensias.

Si conoce las características del suelo también podrá compensar sus carencias con abono o mejorar su capacidad de retención del agua. Cuanta más agua retenga más posibilidades tendrá la planta de sobrevivir en caso de falta de riego o precipitaciones.

La naturaleza del suelo

El suelo es la parte más superficial del terreno, que revela las características de la roca sobre la que se asienta.

 El nivel más externo está formado por una capa cultivable cuyo espesor puede llegar a los 30 cm. Es esta la que el jardinero trabajará y enriquecerá con abonos.

 El primer subsuelo puede alcanzar de 30 a 50 cm de profundidad.

 El subsuelo...