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Interpretar el tarot

Interpretar el tarot

Laura Tuan

 

Verlag De Vecchi Ediciones, 2020

ISBN 9781646998685 , 96 Seiten

Format ePUB

Kopierschutz DRM

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4,99 EUR

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Interpretar el tarot


 

LAS REGLAS DE LA CARTOMANCIA


La baraja

 Para empezar, habrá que escoger entre las docenas y docenas de barajas que actualmente se encuentran en los comercios la que sea más atractiva y que destaque por el dibujo, el formato o el color.

 Para que la baraja se pueda considerar realmente propia bajo cualquier punto de vista, es necesario liberarla de las influencias vibratorias de otras personas como el impresor, el vendedor, etc., que al manejarla, aunque sólo sea casualmente, la han impregnado de alguna manera.

La consagración de la baraja tiene que efectuarse con la luna en cuarto creciente o llena, a ser posible en el periodo comprendido entre mayo y julio, un lunes por la noche. No se trata de limitaciones supersticiosas, sino de sugerencias elaboradas por la observación astrológica que, uniendo de forma simbólica las señales del cielo con los acontecimientos terrestres, une de nuevo tanto la luna como los días y los meses consagrados a ella con todo lo que concierne a la esfera de la intuición y de la experiencia insensible.

Así pues, después de haberse lavado cuidadosamente las manos, extienda sobre la mesa una tela blanca o lila y disponga en cada ángulo una vela, un bastón de incienso, una taza llena de agua y un plato que contenga sal, símbolos de los cuatro elementos cósmicos (fuego, aire, agua y tierra). Debe soplar sobre cada una de las setenta y ocho cartas, por delante y por detrás, y luego habrá que pasar toda la baraja, ordenada numéricamente, por el humo del incienso y luego sobre la llama de la vela. A continuación, se extenderán todas las cartas en tiras ordenadas, consagrándolas a los cuatro elementos pronunciando en voz alta la siguiente fórmula: «Yo [nombre y apellidos], consagro y confío estas cartas al fuego, al aire, al agua y a la tierra, para que representen el universo y expresen únicamente lo Verdadero».

Después de recomponer la baraja, se debe exponer durante siete noches consecutivas (porque el siete es el número de la Luna) directamente a la luz lunar. Para terminar, la colocaremos en una bolsa de tela blanca junto con algún trozo de planta o animal siempre relacionado, a nivel simbólico, con el satélite de la videncia. Pueden ser conchas, alcanfor, hojas de malva, un juguete de plata o una perla, por ejemplo. También será oportuno añadir una fotografía propia en la que figuren nuestro nombre y apellidos y la fecha de nacimiento. A continuación, se envolverá en una segunda tela, siempre blanca o lila, el color de Neptuno, y se llevará en el bolsillo durante el día y bajo la almohada por la noche durante siete días. Las cartas deben conservarse envueltas de esta forma, evitando siempre el plástico y el metal, a excepción, naturalmente, de la plata.

 A partir del momento de la consagración, se deberá procurar que nadie, excepto el consultante, pueda poner las manos encima de las cartas para evitar que se alteren las vibraciones.

 Para evitar contactos vibratorios, al final de cada consulta hay que mezclar, ordenar y desmagnetizar la baraja soplando encima y pasándola varias veces por el humo del incienso antes de guardarla.

El cartomante

 La práctica de la cartomancia implica una relajación y concentración completas, indispensables para introducirse correctamente en alfa, el estado mental más adecuado para la previsión y la adivinación.

En consecuencia, será necesario que practique cada día, realizando ejercicios de relajación, respiración, concentración o, si lo prefiere, de yoga o de zen.

 Por otra parte, también será preciso desarrollar la sensibilidad, la receptividad, la perspicacia y la memoria, indispensables para un aprendizaje correcto de la cartomancia, así como una buena dosis de objetividad y una actitud absolutamente neutral.

Haciéndose cargo de los problemas del consultante, de hecho, podríamos dejarnos involucrar emotivamente y proyectar los propios sentimientos sobre la respuesta hasta el punto de invalidarla.

Por esta razón es aconsejable, por lo menos al principio, limitar el ejercicio a amigos y conocidos, aplazando un poco la práctica con parientes cercanos o personas emotivamente muy cercanas.

 De la misma forma, es preferible evitar consultas para uno mismo, pues se podría tener una actitud defensiva y al mismo tiempo poco objetiva en lo que se refiere a previsiones poco o nada deseadas.

 Hay que recordar siempre que el tarot exige a la persona que pregunta pero sobre todo a quien lo interpreta, la máxima confianza, a falta de la cual las cartas permanecerán mudas como un libro cerrado.

 Es indispensable aprender a conocer las propias cartas, y no sólo a través de la vista, intentando recoger cualquier detalle, cualquier símbolo secreto; se debe penetrar en cada carta tocándola, esforzándose en sentir los colores a través de las yemas de los dedos, acariciando los bordes. También conviene visualizarlas para reproducir mentalmente la imagen con los ojos cerrados o meditando sobre las formas, los matices, los detalles representados, entrando directamente, como si se tratara de una puerta secreta, en conversación con el personaje alegórico que la representa: el Papa, la Justicia, el Ahorcado, el Villano, etc.

 Debe evitarse la presión del consultante. Nunca se debe interrogar a los arcanos cuando se esté cansado, alterado o deprimido. Las enfermedades, el malestar físico o psíquico, el estrés, la tensión o simplemente una fuerte antipatía en relación con el consultante pueden influir negativamente sobre la respuesta. Además, está terminantemente prohibido consultar con el estómago lleno o durante el periodo menstrual.

 Es igualmente necesario procurar que el consultante se sienta cómodo, tratándolo con una indiferencia emotiva correcta pero también con cortesía, interés y amabilidad, para que se tranquilice. Sea cual sea la respuesta de las cartas, habrá que evitar la mentira. Por otra parte, si la previsión no es muy halagüeña, habrá que matizarla de la manera más diplomática posible, ofreciendo en cambio un consejo, una alternativa o por lo menos una esperanza.

 Si se debe consultar para una persona ausente, es necesario disponer de una fotografía suya acompañada de sus datos o, en su defecto, de un objeto con el que haya estado en contacto durante mucho tiempo y que se debe sostener con la mano izquierda mientras se extraen las cartas.

 Desde la antigüedad, la consulta cartomántica se hace a cambio de una cierta suma de dinero que ratifica su seriedad y certifica su valor. Sin embargo, no podrá exigirse ninguna remuneración hasta que no se esté completamente seguro del perfecto dominio de las técnicas de adivinación.

 No se debe descuidar en ningún caso el deber de la discreción y el silencio en relación con las declaraciones de quien desee la consulta. La seriedad es el mejor aval del cartomante.

El consultante

 Debe tener siempre presente, ante todo, que la lectura de los arcanos no es un juego ni una broma de salón, sino una investigación sutil basada en el símbolo; una manifestación, guiada por las imágenes, de los poderes paranormales de la predicción y de la adivinación. Quien se presta a leer las cartas, pone a disposición del consultante, además del tiempo, los propios conocimientos esotéricos y las propias energías parapsíquicas que deben corresponder, como mínimo, con la confianza y con el respeto.

 En ningún caso se podrá abusar de la cartomancia, eligiéndola como muleta de la propia existencia. Por lo tanto, no se pedirá la respuesta de las cartas con demasiada frecuencia si no se desea que su simbolismo se vacíe y no dé ninguna respuesta. Con este propósito, haremos bien en recordar que el destino no se cambia acosando las cartas con insistentes y repetitivas preguntas, sino que se cambia con la voluntad, el autocontrol y con una utilización inteligente de la magia. Además de esto, es necesario tener en cuenta que una consulta, a excepción de las demandas referentes a un episodio único en la vida (como un matrimonio, una licenciatura, el primer embarazo, etc.), tiene una validez variable de uno a tres años. De todos modos, en los periodos más fluctuantes de la existencia, está permitido consultar el tarot con mayor frecuencia.

Incluso las preguntas dirigidas sobre un tema que se debe poner en marcha tienen una mayor tolerancia: pueden mediar hasta treinta y cuatro semanas entre una y otra.

 Las preguntas tienen que formularse siempre de forma sencilla, correcta y susceptible para obtener una sola respuesta, concentrándose con mucha calma sobre ellas y evitando insistir sobre temas a los que las cartas ya han respondido, de forma favorable o desfavorable.

 Durante toda la consulta no se deben cruzar ni las piernas ni los brazos. De la misma forma, las joyas metálicas cerradas, como anillos, collares o brazaletes, tienen que sacarse porque, con su forma particular, tienden a bloquear el flujo de la energía sutil.

 Los problemas tienen que presentarse al cartomante con toda sinceridad, sin mentirle o someterlo a estúpidas trampas con la intención de medir sus potencialidad.

El ritual

El ritual, aunque no sea indispensable, puede convertirse en...