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El cuenco vacío - Aportaciones de un psicoanalista al estudio del buddhadharma

El cuenco vacío - Aportaciones de un psicoanalista al estudio del buddhadharma

Sergio Stern

 

Verlag Gedisa Editorial, 2022

ISBN 9788418914218 , 642 Seiten

Format ePUB

Kopierschutz DRM

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16,99 EUR

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El cuenco vacío - Aportaciones de un psicoanalista al estudio del buddhadharma


 

Prólogo: algunas instrucciones de viaje

por Oleg Gorfinkel1

Puesto que has elegido este libro para leer, supongo que al menos has de haber escuchado algo antes sobre la meditación de atención plena (mindfulness), que haya despertado tu interés o puede que ya seas un practicante. Si apenas te estás acercando a esta práctica por primera vez, con una radiante esperanza de que te pueda ayudar a calmar y acallar tu mente inquieta, o bien, si te encuentras ya con algo de distancia recorrida a lo largo de este camino y preguntándote cuándo por fin estará llegando la tan alardeada paz interior, o quizás, tengas unos buenos años de experiencia, pero todavía te sientes frustrado porque tu mente no se ha «estabilizado» o «asentado» como habías esperado que lo hiciera, tengo un mensaje importante para ti. No hay forma de decirlo con suavidad, así que, prepárate: tu esfuerzo y tu puntería son admirables, pero tu objetivo es incorrecto. La práctica de atención plena, como fue concebida originalmente por el Buddha Siddhartha Gautama y luego transmitida a través de las generaciones sucesivas de sus discípulos, enfáticamente no pretende calmar, asentar o alterar de cualquier manera el contenido de la experiencia que se despliega momento a momento dentro de nuestras mentes, con tal de hacerla más amena o apetitosa para nuestros gustos. Por encima de todo, ciertamente no se trata de ahuyentar, hacer a un lado o ignorar aquellas cosas dentro de nosotros mismos que no nos gustan.

Esto puede ser una sorpresa para muchos principiantes y meditadores veteranos por igual, pero el estarse esforzando por alcanzar tales objetivos es, de hecho, exactamente lo opuesto a las enseñanzas del Buddha sobre el Camino Medio. Más bien, la única meta exaltada de la «atención o introspección correcta», el paso final en el Noble Óctuple Sendero, es cambiar la forma en que actuamos frente a todo lo que surge dentro de nosotros. Más específicamente, nuestro objetivo como practicantes es sustituir nuestras respuestas automáticas y condicionadas de echarnos para atrás ante experiencias desagradables y aferrarnos a las placenteras por un solo acto deliberado de libre albedrío: darnos cuenta de lo que tenemos enfrente en el momento presente y luego volver a colocar la atención en nuestro objeto elegido.

¿Cómo se hace esto exactamente? Primero, selecciona un objeto en particular que será el foco principal de tu atención en el transcurso de una actividad determinada. Cuál va a ser este objeto dependerá del propósito de la actividad: para la práctica de la meditación sentada, podría ser algo tan simple como la sensación producida por la entrada y la salida de la respiración en las fosas nasales, garganta, pecho o abdomen; para lavar los platos, querrás incluir los movimientos de tus manos, las sensaciones del agua y del jabón en la piel, el peso de los platos, las imágenes que tus ojos captan de lo que estás haciendo; para hacer el amor... bueno, entiendes la idea. El punto importante a comprender aquí es que la frase «foco principal» no significa concentrarse exclusivamente en el objeto elegido, sino simplemente recordar volver a él tras observar cualquier otra experiencia que haya surgido en ti. Y estas otras experiencias van a surgir, garantizado, seas un meditador primerizo o un «ser totalmente iluminado».

Se cuenta una historia sobre Padmasambhava, el yogui hindú que trajo el budismo al Tíbet en el siglo viii, quien, dirigiéndose a sus estudiantes mientras estaban sentados frente a una amplia vista montañosa que abarcaba una gran extensión, con un cielo azul claro en un extremo y nubes tormentosas, oscuras y turbulentas en el otro, les decía: «Mi mente es tan vasta como este cielo, pero mis acciones son tan finas como granos de arena». Cabe señalar que Padmasambhava, en vida, era considerado un Maestro completamente iluminado, un Buddha Viviente. Entonces, en ese contexto, ¿qué estaba expresando realmente a sus alumnos con estas palabras?

Intentemos desglosar esto. En la primera parte de la oración, les dice: «Dejen de pensar que mi mente es diferente a la suya. Estar ‘despierto’ no significa que todo sea felicidad y luz. Yo también tengo pensamientos y sentimientos tan oscuros como esas nubes que ven ahí». A muchos practicantes hoy en día les podría parecer sorprendente esta explicación, ya que han escuchado en repetidas ocasiones acerca de la necesidad de «purificar» la mente, limpiarla de «oscurecimientos» e incluso, eventualmente alcanzar el Nirvana, donde «todo surgimiento se detiene». Bueno, aquí tenemos a un Buddha Viviente, en persona, diciéndonos que dejemos de soñar, ya que la mente y los sentidos siempre seguirán arrojando todo tipo de cosas, tanto agradables como desagradables, y no hay nada que podamos hacer al respecto.

Sin embargo, esto no quiere decir que no podamos hacer algo mejor con todo este surgimiento mental y sensorial, lo cual nos lleva a la segunda parte de la oración de Padmasambhava: «... pero mis acciones son tan finas como granos de arena». ¿Cuáles son esas acciones más finas que los granos de arena? No hay necesidad de explicaciones esotéricas, es algo realmente sencillo. A la llegada de cualquier objeto secundario (es decir, diferente del primario) que busca la atención del practicante, su único trabajo es voltearse hacia él, más que alejarse; examinarlo con suavidad, curiosidad, pero brevemente; luego dejarlo ser y regresar la atención al objeto principal. La clave aquí es aplicar este mismo procedimiento a todo sin excepción, incluyendo cualquier imagen interna, pensamiento, juicio, sensación o emoción, ya sea agradable o desagradable, que pueda venir acompañando al estímulo inicial.

Por ejemplo, imagina que te sorprendes pensando: «¿Qué tal si resulta que no soy lo suficientemente inteligente para tener éxito en el programa que plantea adquirir estas nuevas aptitudes?» Aquí, sería importante no sólo tomar consciencia de las palabras en sí, sino también notar cualquier imagen que aparezca en la mente de cómo se vería aquella catástrofe imaginaria si llegase a suceder, así como, quizás, una sensación de opresión condensándose en el pecho y la emoción de la angustia que viene a pie juntillas con todo esto.

En un nivel aún más fino, un practicante bien entrenado logrará notar, identificar y estudiar los sentimientos de aversión y de apego que surgen, respectivamente, hacia cualquier experiencia desagradable o placentera. El ser capaz de captar y observar esas dos emociones a tiempo, en el momento que surgen, es nuestro verdadero boleto a la libertad, ya que, si las dejamos sin examinar, seguramente nos arrastrarán a ciegas hacia las acciones reflexivas de evitación/agresión y aferramiento, mismas que, en su conjunto, representan la fuente última de todo sufrimiento innecesario. Para mí, el discernimiento de la aversión y el apego en vivo, a través de la atención plena, es la médula y el corazón de la práctica budista. Esto purifica aquellos dos «venenos», no eliminándolos por completo, sino simplemente quemando la bruma del tercero, la ignorancia, que de lo contrario, terminaría ocultando su acción. Derrama luz sobre las profundidades de nuestro propio Corazón de las Tinieblas.

Por supuesto, no todas las experiencias que surgen son tan complejas. La gran mayoría de ellas son en realidad bastante mundanas: imágenes, sonidos, sensaciones, pensamientos pasajeros que no tienen mucha carga emocional. En tal caso, no hay necesidad de demorarse mucho en estos sucesos ni incluso etiquetarlos. Con sólo notarlos a través del rabillo del ojo interior es suficiente. Son las emociones aflictivas, especialmente las de aversión y apego, las que realmente requieren una mirada más cercana.

En cualquier caso, una vez que todos estos objetos secundarios han sido debidamente contactados, observados e identificados, el paso final para el practicante es dejarlos ser y regresar la atención suavemente al objeto primario. Es importante comprender lo que realmente significa aquí «dejarlos ser». No es lo mismo que dejarlos ir, porque, de hecho, es posible que aún no estén listos para hacerlo. Lo que sí significa es que debemos dejar estos fenómenos libres para hacer lo que les plazca. Si se quieren ir, que se vayan; si se quieren quedar, que se queden. Y si eligen quedarse un tiempo más, bueno, tenemos que dejar que nos acompañen mientras regresamos al objeto primario (como las sensaciones de la respiración en el cuerpo o aquellas ligadas a otras puertas de los sentidos) para continuar con la siguiente etapa del viaje. No importa lo que surja, no importa cuántas veces, nos volvemos hacia ello voluntariamente, una y otra vez, notamos lo que hay, lo dejamos ser y continuamos. Investigamos. Lavar, enjuagar, repetir. Realmente es así de sencillo. Es la práctica de la atención plena.

Hay que tener en cuenta que estos principios e instrucciones no se limitan a un solo tipo de ejercicio, como, por ejemplo, la meditación sentada formal. En esencia, todas las prácticas de mindfulness se basan en la misma plantilla, independientemente del contexto; la única diferencia real está en cuál estímulo (o conjunto de estímulos) se ha elegido como objeto primario. Dicho esto, los objetivos específicos de las diferentes prácticas pueden ser bastante variadas. Por ejemplo, al conducir un auto, no sería apropiado utilizar la respiración como parte del objeto principal, ya que eso desviaría la atención del propósito de esta actividad...