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Un camino a la serenidad y a la felicidad - Budismo para no budistas

Un camino a la serenidad y a la felicidad - Budismo para no budistas

Enric Cairol Ramon

 

Verlag Ediciones Octaedro, 2022

ISBN 9788419023568 , 210 Seiten

Format ePUB

Kopierschutz Wasserzeichen

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11,99 EUR

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Un camino a la serenidad y a la felicidad - Budismo para no budistas


 

1. La vida de Siddhartha Gautama


El Buda histórico se llamaba Siddhartha Gautama. Siddhartha significa ‘el que logra su propósito’, mientras que Gautama es el nombre del clan al que pertenecía. Nació en Lumbini, situada en lo que hoy sería la frontera meridional de Nepal. Su padre, que pertenecía a la casta de los guerreros, se llamaba Suddhodana y era el soberano del clan de los Sakya. Por ello, a Buda también se lo conoce como Sakyamuni. Muni significa ‘asceta’, ‘silencioso’. Su madre, esposa principal del soberano e hija del rey de un país cercano, se llamaba Mahamaya. Las fechas del nacimiento y de la muerte de Siddhartha varían algo según las fuentes, pero las más fiables parecen ser las que sitúan su nacimiento en el 563 a. C. y su muerte en el 483 a. C. En lo que sí coinciden todas es en que vivió 80 años. Parece increíble, pero entre el 550 y el 500 a. C. coincidieron en vida Buda y Mahavira (fundador del jainismo) en la India, Zoroastro en Persia, Lao Tse y Confucio en China, Pitágoras, Heráclito y Parménides en Grecia y los profetas Elías, Amós e Isaías en Israel.

La narración de la vida de Siddhartha, como la de otros grandes fundadores de religiones, tiene más de legendaria que de histórica. De forma parecida a Jesús, su concepción fue milagrosa, su nacimiento fue profetizado, después de su nacimiento unos magos acudieron a honrarlo, se retiró a meditar y el Maligno lo tentó, etc. Vayamos, pues, a la leyenda. Años antes, numerosos signos ya habían vaticinado el nacimiento de un ser excepcional. Una noche, mientras su madre soñaba que volaba hacia el Himalaya, un elefante de color blanco penetró por su costado derecho. En este preciso instante concibió a Siddhartha y la tierra tembló seis veces. El útero de la madre se recubrió de piedras preciosas y, llegado el momento, el niño nació no por el conducto normal, sino por debajo del brazo derecho de la madre. Al nacer anduvo siete pasos y, dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales, anunció que él había nacido para alcanzar la Iluminación. Siete días después del nacimiento, su madre murió a fin de que el lugar donde había estado Siddhartha no fuera profanado con la actividad sexual propia de su vida matrimonial. Debido a la muerte de su madre, Siddhartha fue criado por su tía Mahaprajapati, hermana menor de su madre, que, posteriormente, se casó con su padre y se convirtió en su madrastra. Siendo aún niño, un sabio llamado Asita acudió al palacio y vaticinó a su padre que Siddhartha podría convertirse en un monarca universal si permanecía en palacio o, por el contrario, en un Buda si renunciaba a la vida mundana. Tras conocer la profecía, el padre, para que no abandonara el palacio, lo rodeó de lujos, de bellas concubinas y de todo tipo de placeres, a la vez que se esforzaba en evitarle la visión de cualquier tipo de sufrimiento. A los 16 años se casó con la princesa Gopa, llamada también Yasodhara. Tuvieron un hijo llamado Rahula que, posteriormente, fue discípulo de su padre.

Un día, el príncipe ordenó a su cochero que lo condujera fuera de palacio. En su primera salida, el príncipe vio a un hombre viejo y, sorprendido, preguntó al cochero: «¿Quién es este hombre?». El cochero le explicó que todos los hombres se hacían viejos. En sucesivas salidas, se encontró con un enfermo, un muerto y finalmente con un monje errante que irradiaba serenidad. El príncipe preguntó a su sirviente: « ¿Quién es?», a lo que el cochero replicó: «Es un hombre que se ha retirado del mundo». El príncipe decidió seguir su ejemplo y, a los 29 años, abandonó su placentera vida en palacio, renunció a su esposa y a su hijo e inició una vida ascética propia de un renunciante. Su primer maestro fue un brahmán que le enseñó los cantos védicos y la meditación, después tuvo otro maestro de yoga. Posteriormente, se juntó a otros cinco ascetas mendicantes y se entregó entonces a prácticas ascéticas realmente muy duras. Comía, según se dice, un solo grano de arroz al día. Su cuerpo quedó desfallecido y maltrecho. Comprendió entonces que el ascetismo no era el camino hacia el Despertar. Un día, una hermosa joven de nombre Suntaya le ofreció un plato de arroz, lo aceptó y sus compañeros, escandalizados por su supuesta debilidad, lo abandonaron.

El Despertar de Siddhartha


Finalmente, en un lugar cerca de Magadha, conocido hoy como Bodh Gaya, decidió sentarse bajo una higuera y permanecer en meditación, con las piernas cruzadas en posición de loto, hasta alcanzar el Despertar. Así estuvo durante 49 días, sin comer ni beber. Durante este tiempo sufrió diversas tentaciones de Mara, el dios de la ilusión. Tentaciones del Maligno, diríamos nosotros. Mara representa todo lo que obstaculiza nuestra autorrealización. Se le apareció primero en forma de diosa de la sensualidad, armada con flechas y acompañada de tres voluptuosas jóvenes. Después lo tentó diciéndole: «No es digno que un príncipe como tú viva como un mendigo, debes cumplir las obligaciones de tu casta». Por último, lanzó sobre él todo tipo de seres monstruosos y repulsivos que le arrojaron piedras, flechas y teas ardiendo. No obstante, al acercarse estos seres repugnantes a Siddhartha, por el poder de su meditación se convertían en una lluvia de pétalos de flores. Superadas todas las tentaciones Mara se desvaneció, no sin antes preguntarle quién daría testimonio de su Despertar. Buda tocó entonces con su mano la tierra y dijo: «La tierra es mi testigo». Posteriormente, este acto de tomar como testigo a la tierra ha sido reproducido en numerosas esculturas y pinturas. Buda, al adoptar la postura del loto durante la meditación, se asemeja al emperador que se sentaba en un trono que representaba un loto, máxima expresión de pureza. En aquellas épocas, se reverenciaba al rey dando tres vueltas alrededor de su túmulo funerario y la gente se prosternaba, asimismo, tres veces. Estos ritos se han incorporado al budismo y, actualmente, los fieles dan tres vueltas a las estupas y en algunas ceremonias los monjes se prosternan tres veces. Las estupas son monumentos, típicos del budismo, construidos para albergar reliquias, normalmente de forma hemisférica con una base cuadrada y rematadas por un asta de sombrillas superpuestas. En todos los países budistas se pueden encontrar estupas en los lugares considerados sagrados. En el interior de las estupas se colocan reliquias que, en el budismo, se consideran objetos de profunda devoción. Es frecuente que cerca de las estupas se construyan monasterios. Estupa significa literalmente ‘moño’ y en el Tíbet se denominan chörten.

Siddhartha, al Despertar, cayó en la cuenta de que:

Todo lo constituido es impermanente…, todo lo constituido entraña sufrimiento…, todo es sin identidad.

A estas tres características: impermanencia, sufrimiento y vacuidad se las conoce como las tres marcas de la existencia. Tres marcas que iremos comentando en el transcurso del libro. El Despertar de Buda que, según se dice, aconteció un 8 de diciembre, es un acontecimiento tan fundamental en la tradición budista como puede serlo la crucifixión de Jesucristo para el cristianismo. El Despertar de Buda tuvo lugar seis años después de abandonar el palacio para iniciar su búsqueda de la liberación, es decir, a los 35 años de edad. Después de su Despertar, Buda se retiró al bosque y estuvo reflexionando sobre cómo explicar a los hombres la enseñanza del Despertar. Le pareció una enseñanza demasiado profunda como para poder ser comprendida por unos hombres dominados por el apego y la ignorancia. Pero entonces se le apareció el dios Brahma y, para animarlo, le entregó una caracola blanca, símbolo del sonido de la enseñanza. Buda, movido por la compasión hacia todos los seres que sufren, decidió finalmente proclamar su enseñanza diciendo:

Las puertas del más allá del sufrimiento están abiertas para todos los que quieran escuchar.

Si la sabiduría de Buda no hubiera estado acompañada de una profunda compasión, seguramente habría permanecido en silencio.

Primeros sermones de Buda


Se dirigió entonces al Parque de las Gacelas, cerca de Benarés, donde se encontró con sus cinco antiguos compañeros de las prácticas ascéticas, y pronunció allí su primer sermón proclamando las cuatro nobles verdades que explican la realidad del sufrimiento, su origen, la posibilidad de su cese y el camino que conduce a su extinción. Otro importante sermón tuvo lugar, un año más tarde, en el Pico de los Buitres, que versó sobre la vacuidad, concepto al que dedicaremos un capítulo. Buda impartió su enseñanza incansablemente, durante cuarenta y cinco años, en la cuenca del Ganges, a hombres y mujeres, ricos y pobres, sanos y enfermos y sin hacer ninguna distinción por razones de casta. Buda, al aceptar a mujeres en su orden y reconocerles, por tanto, la capacidad de alcanzar el Despertar, dio un paso realmente revolucionario para aquella época.

Enseñanza de Buda


Buda no era, ni pretendía ser, ni un dios ni un profeta enviado por los dioses. Era, sencillamente, un hombre que, a través de su experiencia personal y de su propio esfuerzo, había conseguido la suprema sabiduría y la liberación definitiva del...