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Karma y renacimiento - Enseñanzas fundamentales del budismo

Karma y renacimiento - Enseñanzas fundamentales del budismo

Nagapriya

 

Verlag Editorial Siglantana, 2022

ISBN 9788418556838 , 208 Seiten

Format ePUB

Kopierschutz frei

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6,99 EUR

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Karma y renacimiento - Enseñanzas fundamentales del budismo


 

INTRODUCCIÓN


 

 

Tenía apenas dieciocho años cuando por primera vez me encontré con el budismo. Sin embargo, ya me cuestionaba si mi vida estaba llegando a su fin. Me sentía solo, profundamente confundido y estaba a nada de convertirme en un enfermo mental. Me odiaba a mí mismo y a mi vida. Tenía muy pocas esperanzas. No veía un camino que seguir. Mi sufrimiento estaba formado por una visión de mí en la que advertía que yo nunca cambiaría. Siempre tendría los mismos hábitos y miedos, las mismas dudas y dificultades. Me sentía atrapado en mi propia mente y caía en espiral hacia rincones aun más desolados. Qué aspecto tan desaliñado y lamentable tenía cuando entré por primera vez en la puerta del pequeño Centro Budista de Leeds, en 1989.

Tal vez el mensaje más liberador que llegó hasta mí en esos primeros meses en los que encontraba difícil comprometerme con las enseñanzas budistas fue este: Yo puedo cambiar. Fue un rayo de luz que iluminó la penumbra y, aunque puede parecer una idea un tanto obvia e incluso trivial para muchos, para mí fue una revelación. Por primera vez, o al menos eso parecía, descubrí que yo no era un ser fijo. No tenía por qué seguir siendo siempre de la misma forma en que había sido. Podía convertirme en algo más. Podía cambiar. Este descubrimiento de que yo podía cambiar fue como un salvavidas y me aferré a él con todas mis fuerzas. Desde entonces, más de una vez he estado a punto de deslizarme por debajo de las aguas heladas de la inconsciencia, pero en la medida en que consigo recordar ese simple mensaje, que yo puedo cambiar, logro ver que delante de mí hay un camino que recorrer. Probablemente fue esta enseñanza, más que cualquier otra, la que me convenció de que el budismo había iluminado un camino que yo quería seguir.

Entonces, ¿esta convicción de que todos podemos cambiar es la esencia del budismo? Bueno, como tradición espiritual que ha evolucionado a lo largo de más de dos milenios y se ha extendido a muchas culturas, el budismo es mucho más complicado que eso. Después de haber escuchado ese mensaje inicial tan revelador, que yo podía cambiar, escuché muchas cosas más. Escuché, por ejemplo, que yo podía cambiar porque no tengo un alma fija (ātman). Por el contrario, como sucede con todo, soy un ensamble de condiciones que puede cambiar todo el tiempo. Aprendí que puedo cambiar de diferentes maneras, para “bien” y para “mal”. Me puedo convertir en una persona no sólo más sabia, más amable y más feliz, sino también en una persona más tonta, más cruel y más desdichada. Además, aprendí que la manera en que cambio y lo que experimento son mi responsabilidad, yo cosecho el fruto de mis acciones pasadas y siembro las semillas del fruto que recogeré en un futuro. Este entendimiento no fue solamente liberador, fue también aterrador: soy responsable de mi propia vida, de mi felicidad y mi infelicidad, así como del impacto que tengo en el mundo. No puedo pasarle la pelota a otra persona, ni puedo culpar a alguien más. Lo que debo hacer es enfrentar la manera en que estoy creando, incluso minuto a minuto, la felicidad y la desesperanza, el amor y el odio, el significado y la futilidad que constituyen mi experiencia diaria.

Conforme seguía estudiando y practicando situaba estos entendimientos, no totalmente procesados, dentro del contexto de doctrinas budistas más técnicas. Entre las muchas doctrinas que hallé se encontraban la del Karma y el renacimiento. Sin embargo, aunque había causado un gran impacto en mí esta idea de que yo podía cambiar, descubrí que las doctrinas más formales eran las menos atractivas e, incluso, podían resultar extrañas. Conforme pasó el tiempo, comencé a sentir que las doctrinas “prefabricadas” de la tradición no “encajaban” del todo con mi experiencia, así como sucede con un traje de confección que se siente demasiado apretado en los hombros o demasiado largo de las piernas.

Me di cuenta de que, según se presentan tradicionalmente, cuando menos algunas de esas doctrinas no coincidían completamente con mi experiencia de lo que la vida es en realidad. Este descubrimiento no es poco común y para algunos puede ser preocupante y hasta desmoralizante, ya que cimbra la certeza, la claridad y la finalidad que acaban de encontrar. A fin de evitar esta desagradable sensación algunas personas pueden decidir ignorar la discrepancia y atribuirla al hecho de que su experiencia es limitada. Esto, por supuesto, bien podría ser verdad. Otras pierden su confianza en la enseñanza y también su interés en ella, porque empieza a parecerles imprecisa, tal vez fuera de moda e incluso medieval.

Mi propia aspiración es participar de un modo crítico en las doctrinas del budismo, para destacar el valor liberador que yace dentro de ellas, si es que en verdad lo tienen. El hecho de que no encajen perfectamente no quiere decir que no tengan utilidad alguna. Simplemente puede querer decir que fueron diseñadas bajo circunstancias muy particulares para tareas también particulares y que, por lo tanto, lo que requiero es hacer una nueva interpretación y adaptación para tratar con precisión mi propia condición espiritual.

Es común abordar las doctrinas religiosas de la misma manera en que asumimos las declaraciones que se hacen a diario sobre la experiencia. Pensamos que pueden ser “verdaderas” o “no verdaderas”. Podemos pensar que son “espejos de la naturaleza” que nos reflejan el mundo exactamente como es, en un sentido un tanto absoluto e indiscutible. Si aceptamos las doctrinas tendemos a aferrarnos a ellas en lo que puede ser, incluso, una especie de camino definitivo. Nos da por comprar todo el paquete. Consideramos que si esto es verdad entonces eso también ha de ser verdad. Nos convertimos en “defensores de la fe” a la cual nos hemos adherido y podemos comenzar a sentir que una crítica hacia esta es un ataque personal. Invertimos en la verdad de las enseñanzas. Esto nos puede llevar a ser dogmáticos, ponernos a la defensiva y hasta ser agresivos, tanto que llegamos a anular o perseguir a quienes nos critican. En el fondo tal vez pensemos que no todo aquello con lo que hemos cargado tiene lógica o sentido. Sin embargo, si una tradición espiritual tiene cierta sustancia no tendría por qué necesitar que la defendiéramos, ya que resistiría por sí misma cualquier escrutinio honesto. Si no está bien fundamentada, entonces quizá deberíamos buscar una mejor.

Aparentemente el Buda mismo era muy cuidadoso con respecto a las afirmaciones que hacía sobre lo que había entendido y por lo tanto, sobre lo que enseñé. Se dedicó a un proyecto muy específico, que describió como “enseñar acerca del sufrimiento y el final del sifrimiento”. Con un famoso simil, el Buda describió si Dharma (enseñanza) como una balsa que nos podía llevar a la otra orilla lejana del despertar espiritual2. En otras palabras, las enseñanzas del Buda eran pragmáticas. Su intención era proporcionar resultados particulares. En algunos casos, el Buda incluso estaba dispuesto a usar conceptos y supuestos claramente relacionados con metas no buditas con el fin de promover el desarrollo espiritual3. Así pues, la balsa tiene un uso instrumental y práctico. Es un medio de transporte y no un fin en sí mismo.

De modo que al evaluar la relevancia y el valor de cualquier enseñanza budista en específico tenemos que poner atención en su valor práctico. ¿De qué manera esta enseñanza nos ayuda a progresar espiritualmente? Las enseñanzas espirituales evolucionan en circunstancias particulares como respuesta a problemas igualmente particulares. La forma de la enseñanza se expresa de tal manera que aborde una necesidad en especial. Las enseñanzas del Buda no son espejos de la naturaleza sino, más bien, fotografías cuidadosamente enfocadas. Se muestran con claridad los detalles importantes del primer plano, mientras que el segundo plano a menudo se presenta brumoso. Un retratista no le da el mismo valor a todo lo que se encuentra dentro de un campo de visión. Lo que hace es una selección de acuerdo con la composición y el efecto deseados. De la misma manera, las enseñanzas del Buda se comprenden mejor no como intentos de describir el mundo “tal como es” en un sentido absoluto, sino como panorámicas que nos permitan experimentar nuestras vidas de manera más significativa, feliz y creativa.

Si el Buda hubiera nacido en nuestra época su enseñanza habría sido diferente, tal vez dramáticamente diferente, debido a que los asuntos y problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad tienen sus características muy particulares. La intervención creativa en los retos espirituales del presente requiere un enfoque que tome en cuenta la visión del mundo, la psicología, el estilo de vida y las estructuras sociales del mundo postmoderno, sin tener en cuenta que el mundo en el que vivimos hoy es más o menos el mismo que el de los antiguos indios. No obstante, esto no quiere decir que la enseñanza del Buda no tenga valor perdurable y tampoco que sólo sea aplicable a la India del año 500 Antes de la Era Común (AEC). Lo que quiere decir es que a veces el valor...